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Monday, October 30, 2006
  murakami + Feria


*Sigo en la paranoia Murakami. Supongo que no se me va a pasar un buen rato. Estuve el viernes y el sábado en la FeriaRodrigo Pinto. La lectura que Pinto hizo me gustó mucho. Un rato más tarde, me regalaron un ejemplar de “Montaña rusa” e hice que dos de sus autores (Diego Zúñiga y Sebastián Lehuedé) lo firmaran. Fue extraño y me encantó que lo hicieran. Más pics: Un lector al que le firmé “Caja Negra” me dijo que tenía la más grande colección de sci/fi chilena y Wendy Guerra, una escritora cubana (Premio Bruguera) narró el sábado en la presentación de la colección sobre una performance de una artista que metió su cuerpo en la tierra, como si fuera un árbol. Más Murakami, sin querer. Y más aún: murió Nelson de la Rosa, el hombre más pequeño del mundo. LUN ha festinado con eso. El Página 12, por su parte, lo ha leído detenidamente como un síntoma de la cultura cinematográfica contemporánea. Loops y más loops: metáforas de algo que se me escapa y, por cierto, gracias a todos los que fueron a la Feria. del Libro. Lanzamos Caja Negra con Zombie y

*Dejo aquí la columna sobre Murakami que salió ayer domingo en RDL.

A veces pasa. A veces, un libro te golpea en la cabeza con una fuerza que eres incapaz de soportar y que no esperabas de ninguna manera: “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, de Haruki Murakami me sacudió de un modo violento, como no me sucedía desde “Los detectives salvajes”, “Experiencia” de Amis o, remontándome a la prehistoria, con viejos singles de Sonic Youth o el “Swamp Thing” de Alan Moore y John Tottleben.

Es alucinante quedar pegado con un libro, a estas alturas. Por supuesto espero leerme todo Murakami –desde la flamante edición española de “Tokio blues” hasta “Underground”, su libro de no-ficción sobre un ataque con gas sarín en el metro de Tokio- pero por el momento con “Crónica…” me ha bastado: he quedado mudo, quieto, expectante.

Es imposible describir el libro completo acá. Murakami escribe una clase de novela surreal que avanza a tientas en la oscuridad, hasta desembocar en lugares inesperados. Él mismo lo dice en alguna parte: “Cuando comencé a escribir tenía un anécdota mínima, a lo más una imagen, algo que ni siquiera era una idea: un hombre de 30 años, que está haciendo fideos en la cocina cuando su teléfono suena. Era algo sencillo, pero tuve la sensación de que algo iba a pasar ahí”.

Esa declaración parece citar el trazo de un cuento de Carver –Murakami es un experto en cultura americana- pero en realidad es el punto de partida de una obra mayor, de casi 700 páginas donde se superponen infinitas historias por medio de lazos invisibles. Al relato de Tooru Okada –héroe involuntario, sanador accidental, excusa perfecta para sumergirse en este mundo extraño- se le adosan paulatinamente el de un par de hermanas videntes, un político de ultraderecha en ascenso, una diseñadora de modas con un hijo pianista y mudo entre otras. Murakami, mezcla imágenes de una ciudad moderna al lado de relatos de guerra, mujeres perdidas en la bruma, paisajes de terror de una dimensión paralela, voces de muertos, citas kafkianas, fotografías de hoteles fantasmas y un pozo de agua seco desde donde Okada entra y sale para cambiar una y otra vez.

Lo interesante es que la novela, como género, a Murakami le sirve para casi todo. “Crónica…” es una lección sobre la forma, una novela-río impecable donde se despliegan una y otra vez ceremonias privadas y secretas. Ahí, los contenidos movimientos de Okada terminan siendo formas de ingresar en un lugar impenetrable. “Ahí sus silenciosas palabras respiraban y vivían transformadas en historias. Pensaban, buscaban, crecían y emitían calor (…) la raíz de su existencia se fundía en el bosque del laberinto” dice Okada sobre Cinnamon, el pianista mudo que al parecer redacta una novela asombrosamente parecida a su vida.

Desdoblada en infinitos reflejos fractales en “Crónica…” la ficción opera como la manera mundo de reglas invertidas donde la realidad se vuelve pantanosa, indescifrable. Es obvia la dificultad del libro pero también la sensación de que uno lee una obra mayor, liberada de las ataduras de la novela local.

Por supuesto, no sé qué hacer después de todo lo anterior; cómo bajar , de qué forma solucionar ciertas ideas que me vuelven recurrentes después de terminarlo. Porque, ¿qué hace uno después de pasar por la experiencia de una obra mayor? ¿qué se puede leer después de “Crónica…”?. No lo sé. Uno se vuelve paranoico: chequeo una biografía de Kurt Cobain (“Heavier than heaven” de Charles Cross) donde la escena inicial me parece –como los reflejos que encandilan a un conductor en la carretera- puro Murakami: metido en el pozo profundo de una sobredosis accidental, Cobain vuelve de entre los muertos en una habitación de hotel, renacido tal y como Tooru Okada; idéntico a sí mismo pero transformado para siempre.

 
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