comelibros
Saturday, September 24, 2005
  alien pope

Así que me suscribí a una alerta google de ovnis, no sé por qué y me envían información daria. Y yo la comparto acá. Lo mejor del día es esto, una noticia -vieja- sobre un supuesto encuentro entre Juan Pablo II y unos aliens. Por supuesto, todo lo anterior es una excusa para subir fotos bizarras, que es una de las cosas que más me gustan de tener un blog.
 
  casvettes en valparaíso

Casavettes en Valparaíso
 
Friday, September 23, 2005
  donoso again

El comelibros de hoy trata de Donoso y aquí está y léanlo y todo eso y va ilustrado con una foto de Blue Demon. Hagamos el esfuerzo, amigos, pensemos a José Donoso detrás de esa máscara de luchador mexicano como si fuera el héroe de una película de acción sudaca y camp, un concepto que pueder ser metáfora –a ratos- de nuestra literatura.

Le dieron el Premio José Donoso a Ricardo Piglia y eso me hizo pensar en él. No en Piglia sino en Donoso. O más bien en ambos. Y empecé a imaginar a Donoso como un personaje de Piglia o en la tradición de Piglia. Donoso como, por ejemplo, alguno de los ilustres monstruos de “La sinagoga de los iconoclastas” de Wilcock. Recordé también el hecho de Francesco Varanini, autor del monumental y arbitrario “Viaje literario por América Latina” no lo menciona demasiado. Y la extraña situación de que la novela que más me gusta –o que recuerdo con más cariño, mejor dicho- de Donoso es “La desesperanza”, que es una obra menor, fallida y vagamente biográfica. Eso, porque Donoso -que es el centro de nuestro canon- a lo mejor necesita ser leído desde sus propios excesos o bordes, desde sus pequeñas y sutiles novelitas porno (“La extraña desaparición de la Marquesita de Loria”), su obra queer –como dicen los académicos a la moda- (“El lugar sin límites”), sus relatos de terror puro y duro (“Los habitantes de la ruina inconclusa”), su hipertrofiada belle epoque hecha a la medida (“Casa de campo”), o simplemente su muy pero muy chileno resentimiento (“El jardín de al lado”).O sea, un escritor cuya obra no tiene nada que ver con la posición donde se le ha puesto, gracias a novelas ejemplares como “Coronación” y “Este domingo”. De hecho esas obras son las que menos me atraen, vistas desde un presente. Novelas correctoras de clase, como diría Promis, ambas se empantanan en ese Chile decimonónico que se hace pedazos en los 20 y se convierte en una casa desolada en los 50. Ambas son obras escritas por un tuerto en un país de ciegos, prolijas y perfectas, llenas de esa doble moral algo inglesa a la que aspiramos como paradigma de identidad. Son impecables, lo admito pero me agrada más ese Donoso que asume la frivolidad y la cursilería como marcas de estilo. Ese que publica una “Historia personal del boom” y deja que su propia esposa escriba la mejor parte al hablar de vida doméstica de García Márquez y Cía. Un Donoso algo dubitativo, que recuerda genealogías completas, empecinado en lo menor, fanático de artesanías barrocas pasadas de moda, queriendo hablar las lenguas muertas de James y Fitzgerald pero atrapado por un Chile casi siempre infernal. Carlos Franz se quejaba el año pasado del olvido en el que ha caído a Donoso. Yo no creo que ese olvido sea tal, por lo menos acá. A Donoso se lo debería recordar del mismo modo en que el personaje de Renzi lee a Borges en “Respiración artificial” de Piglia: por medio de una lectura que en vez de destacar su modernidad se concentre en sus anacronismos. Debemos leer a José Donoso así tal vez, quemado en el aceite de las contradicciones, poniendo la levedad encima del canon, las obras menores arriba de las mayores, los hechos inocuos de su biografía arriba de los mitos. Preguntarnos por su ideología más allá de consignar –por ejemplo- la alegoría del golpe que es “Casa de campo” o todo ese rollo del taller donde se formó la narrativa de los 90. Debemos descontextualizar a Donoso. Leerlo al lado como una versión for export de Couve, por ejemplo. O, al revés, ver en él lisa y llanamente como un autor de best sellers. Cambiar el enfoque, olvidar la teoría, sospechar de él, desconfiar de él, mirarlo por enésima y primera vez, de nuevo.

Revista de Libros, El Mercurio, 23 de septiembre del 2005.

 
  rep

Daniel Villalobos encontró esto en alguna edición on-line de Página 12. Es una tira del gran REP y por cierto es perfecta, triste, ingeniosa y absolutamente inevitable.
 
Thursday, September 22, 2005
  simulacra

Encontré esto en mis viejos papeles: una vieja crítica que escribí para “Qué pasa” sobre “Simulacra” de Philip K. Dick. En cierto modo, son notas de una realidad paralela. Saludos de un futuro que no fue. Cada día pienso –como Art Spiegelman- en que la realidad se transformó en una novela de Dick: un lugar perverso, extraño, a veces feliz, casi siempre miserable. Me cae bien Dick. Me cae bien desde que tengo 15 años y leí aquel cuento –“La fe de nuestros padres”- donde la URSS gana la guerra fría y está gobernada por un gran hermano/primer ministro extraterrestre. Me cae bien desde que supe cómo se fue al diablo y cómo volvió después, transformado en un profeta de medio pelo, que leía discursos inauditos en la conferencias de fans. Me cae bien porque cada cierto tiempo releo a Dick y sonrío y me pongo triste porque no tenemos nada que se le parezca, nada que se aproxime a su disléxico y temible y visionario genio.

Philip K. Dick (1928-1982) dijo una vez que había matado a un gato con el poder de su mente. También –luego de una crisis cardiaca- sostuvo que sus mejores novelas de ciencia-ficción –con “El hombre en el castillo” entre ellas- eran en realidad recuerdos de sus visitas a universos paralelos. Antes, había tenido fama de adicto: bajo anfetaminas llegó a componer sesenta páginas diarias. A su muerte, era un sobreviviente de sí mismo –divorcios, drogas, supuestos viajes dimensionales y una bomba detonada en su casa- pero también uno de los mejores narradores yanquis, material predilecto e inminente para cineastas como Riddley Scott, Spielberg o John Woo. “Simulacra”, que data de 1964, es uno de esos textos “malos” pero -por supuesto y antes que nada- una ficción deliciosa y perversa. Eso porque para Dick, la ciencia ficción siempre fue algo más: una forma elíptica de metafísica, una alegoría política tristísima o una autobiografía encubierta y terrible. “Simulacra” narra la inminente caída de la Casa Blanca y está construida como una novela coral sobre los Estados Unidos del año 2050. La gracia es que Dick no hace alta política y elabora su relato son dramas mínimos: un pianista telépata alucinado, las tribulaciones de una empresa que fabrica androides todo servicio (llamados acá “simulacros”) y a la que se le encarga armar el nuevo presidente del país, la vida afectiva de dos hermanos enganchados y perdidos por la misma mujer, la desdichas de un psicoanalista encargado de curar a todos los anteriores y un extraño acuerdo político de la Primera Dama con Herman Goëring, nazi traído al futuro gracias a una máquina del tiempo. Pero nada es lo que parece. Detrás de semejante fresco se esconden los temas predilectos de su autor: los regímenes autoritarios, la locura solitaria del artista y las maneras en que los seres humanos se redimen a sí mismos. Dick habla explícitamente del futuro pero lo que le importa es su presente. O el nuestro, que se aparece dolorosamente cercano a “Simulacra”: el presidente de USA es un robot manejado por grandes corporaciones y la población sufre una regresión mental al tiempo de los Neandertal. Así, la novela es un experimento literario inevitable, esa clase de ciencia ficción-clásica con contrabando incluido. Acá son preguntas sobre qué significa ser humano o cómo se construye la realidad. Dick, en otras obras –“Sueñan los androides con ovejas eléctricas” y algunos cuentos geniales- las contesta con elocuencia. Aquí, por el contrario, no soluciona nada: no hay futuro pero, por eso, nada mejor que la ficción para narrar ese alegre y merecido fin del mundo. Conmovedora, “Simulacra” termina no en vano con dos imágenes letales: la Primera Dama arrancada de cuajo del sillón presidencial y una tribu de neandertales danzando y cantando mientras un técnico de sonido los graba y se da cuenta bucólica, casi láricamente, que está frente al futuro de la especie humana

 
Tuesday, September 20, 2005
  arte pop

El reverendo Marilyn Manson hablando del arte y dedicado al nunca bien ponderado género de la performance:

“La otra noche prendí fuego a un mono disecado, lo metí en la piscina y lo filmé desde abajo del agua. Fue hermoso, como el Titanic, el Hindenburg y King Kong, todos juntos, mezclados en uno”

 
pop & ficción, notas al azar, work in progress y crónicas inmediatas by bisama

ARCHIVES
2005-07-24 / 2005-07-31 / 2005-08-07 / 2005-08-14 / 2005-08-21 / 2005-08-28 / 2005-09-04 / 2005-09-11 / 2005-09-18 / 2005-09-25 / 2005-10-02 / 2005-10-09 / 2005-10-16 / 2005-10-23 / 2005-10-30 / 2005-11-06 / 2005-11-13 / 2005-11-20 / 2005-11-27 / 2005-12-04 / 2005-12-11 / 2005-12-25 / 2006-01-01 / 2006-01-08 / 2006-01-15 / 2006-01-22 / 2006-02-19 / 2006-03-05 / 2006-03-12 / 2006-03-19 / 2006-03-26 / 2006-04-09 / 2006-04-16 / 2006-04-30 / 2006-05-21 / 2006-05-28 / 2006-09-03 / 2006-09-10 / 2006-09-17 / 2006-09-24 / 2006-10-08 / 2006-10-29 / 2006-11-05 / 2006-11-12 / 2006-11-19 / 2006-11-26 / 2006-12-10 / 2007-03-04 / 2007-03-11 / 2007-05-13 /

  • La Ucronia de Chile
  • millar
  • don fantasma
  • coddou
  • ortega
  • baradit boy
  • la momia roja de christiano
  • civil cinema
  • palet
  • copano n
  • copano f
  • busco algo barato
  • stencil
  • lanzallamas style
  • el medio blog
  • san feliu
  • cienfuegos
  • TAUZERO
  • o perez
  • parasitos
  • angela-enkeli
  • warren ellis
  • link
  • grant morrison
  • plagio e-zine
  • the bomb
  • barbelith
  • marquez
  • hidalgo
  • los osos filosofos
  • ojo blindado
  • cartoneros
  • garcés
  • boing

  • Powered by Blogger