comelibros
Tuesday, November 28, 2006
  victor raja!

Victor Raja!. “La población”. Kurdt Records, Maipú, 2004. 108 minutos.

El sonido de los huesos

Que una olvidada banda de Maipú haya podido redefinir de un plumazo el electro-punk local puede sonar tan confuso como accidental. Pero es así: “Población”, la esperada vuelta de Víctor Raja! no sólo es una obra conceptual, que relata una historia novelesca en medio de sonidos sinuosos, que bien podrían describir un paisaje extraterrestre o el interior de las vísceras del cuerpo humano sino también y por qué no, pequeña obra maestra.

No es tan raro que así sea. Desde sus comienzos a partir de E.Ps como “¡Quiero contarte!” (1992) o “Flor” (1994) los hermanos Daniel y Marcos Jara, más la baterista Tamara Campusano siempre fueron las mejores encarnaciones del shoegazing criollo. Ahí estaba todo lo que bandas masivas como Los Tres o La Ley nunca pudieron acceder en su búsqueda desesperada de reconocimiento popular por los caminos del synth pop o de folklore rockanrroleado. Por el contrario, los Víctor Raja! no sólo facturaron casi en secreto melodías alienadas, sino que también componían escenas íntimas inolvidables que le debían más escritores invisibles como Armando Méndez Carrasco que a músicos como Kevin Shields. No estaba mal: canciones como “Plegaria”, “Fusil” y “Labrador” se volvían demoledoras e inolvidables no sólo porque proponían las viñetas de un universo en crisis sino también gracias al hecho de que esos paisajes eran amplificados por una colección de elementos sonoros que, en medio del ruido, alcanzaban tintes operáticos.

Viejos punks straigth edge convertidos en músicos profesionales, los hermanos Jara y su socia Campusano, edificaron una leyenda local que aumentó gracias a variadas razones: la vestimenta de obreros siderúrgicos de los hermanos, las poleras pro-aborto de la vocalista –“cómete tu feto!”, decía una- , las proyecciones de diapositivas psicodélicas de imágenes de la Moneda en llamas y la improvisación de slam poetry entre las canciones.

En 1994, cuando Victor Raja! se retiró de la escena local, si bien no había alcanzado a grabar ningún larga duración, sí habían consagrado como un mito que se propagaba de boca en boca entre sus cientos de acólitos.

Lo inquietante es que ninguno de todos los datos anteriores servía para presagia los efectos –o daños colaterales- que podría provocar algo como “Población”.

“Población” tiene tan sólo dos tracks y bien podría ser considerado un producto de rock progresivo sino fuera por el hecho de que carece de cualquier virtuosismo masturbatorio para, por el contrario, enfatizar ciertos aspectos narrativos: la historia de los últimos días de un cantante de protesta en un campo de concentración del gobierno de Pinochet. Como si los Flaming Lips estuvieran leyendo a Floridor Pérez o algo así, pero con más noise de fondo si es que eso es posible.

Mitad fábula, mitad documental, el disco indaga en las historias mínimas del centro de detención, en la moral de torturados y torturadores, centrando el relato en V, un cantante que es fusilado y luego desaparecido. Los mejores momentos de la placa son así, aquellos cuando el paisaje sonoro representa al cuerpo violentado de V, a la narración detallada de sus fracturas (“soy el hueso/que habla como una boca/esperando la nueva llegada del lobo”) y a los momentos de agonía llenos de ecos, pasos en celdas con el piso mojado, golpes secos sobre un lecho de secuencias programadas. Los Victor Raja! componen un via crucis lleno de guitarras afiladas y teclados sangrantes, para reconstruir la historia de V, como si fuera un documental perturbador: “me duele/ me duele/ la herida de la memoria/me duele/la nada/me duele/ el dolor”.

El resultado, es por cierto, imprescindible pero perturbador. 108 minutos que redefinen las relaciones entre folk y rock, entre política y rock en español, al punto que uno llega a pensar que V realmente existió gracias a la nitidez nasal de la voz de Marcos Jara intentando cantar con un sonsonete campesino.

El resultado es un Lp perfecto, cuyo sentido central lanzarse de cara a la memoria, sin compasión de ninguna clase. El pasaje final es conmovedor y es lejos, uno de los mejores momentos del rock local de los últimos años: los Victor Raja! relatan –con un coro gospel de voces quebradas- cómo V, destripado y vuelto un fantasma, mira desde el fondo del mar el futuro de Chile. Mientras, su voz se funde con una guitarra aguda e insoportable, que desaparece en el silencio mientras entona “no hay nada más allá/ no hay nada más / que el sol negro del futuro/ que espera el canto de golondrinas/ que nunca han regresado” para dejar latiendo sólo el sonido del bajo de Campusano, como un corazón perdido en la oscuridad.

Rolling Stone, edición chilena, diciembre del 2004.

*Texto publicado en el extraño e imprescindible proyecto Ucronia Chile: la revisión apócrifa de nuestro futuro falso.
 
Monday, November 27, 2006
  comelibros: la novela del arte

Me interesa saber qué pasa con “Vanitas”, la flamante novela del Premio Nacional de Arte Eugenio Dittborn. Mis razones son tan variadas como accidentales. Por un lado, nada más interesante que aquella clase de objetos que plantean a la escritura como el bonus track de otra disciplina, un saldo o efecto colateral posible o extraño. Por otro, como lector, no dejo de seguir la “novela por entregas” que Justo Pastor Mellado ha venido redactando desde hace tiempo sobre el arte local. Ahí, Dittborn es uno de los personajes principales al lado de gente como Kay, Gonzalo Díaz, Zurita, y -especie de villano ominoso tras toda trama- Nicanor Parra.

No es un mal relato: tiene la suficiente cantidad de intrigas palaciegas y traiciones y escándalos como para no aburrir jamás. Pero hay algo más ahí. Cuando pienso en la “novela” de Dittborn no puedo dejar de acordarme de Adolfo Couve y del hecho de que el destino final de sus empresas estéticas haya sido el abandono de la pintura en pos de la narrativa.

Ahí, la novela como género termina siendo un lugar al que llegar y del que no se puede salir. Un balneario en temporada baja del resto de las artes. Basta leer lo que relata el Couve final: escenarios demolidos, parodias de artistas, el litoral central como un lugar donde campean el abandono, la vulgaridad y el desperdicio. Se trata de una ficción que es un espacio de catarsis, un laboratorio donde se desahoga el fracaso y se ponen en escena los restos rotos de aquella catástrofe que Gonzalo Díaz narraba en el prólogo a las “Notas de arte” del pintor/escritor: “ardían telas de lino y bastidores hechos añico en un sitio eriazo (….) Mientras alimentaba la pira con otras telas menores de mejores épocas, repetía Couve, apoyado en una gestualidad operática, cuestiones amargas acerca de la inutilidad de la pintura y de la superioridad visual de la fotografía, el cine y la televisión”.

De ahí que me llame la atención ese abandono o ese desajuste que termina cargando de sentidos el mismo acto de relatar, porque, al final de cuentas: ¿qué diablos es una novela? ¿es algo tan dúctil como lo parece?¿Para qué sirve?. No lo sé pero me gusta esa incertidumbre. El mismo Mellado -¿un Charles Dickens paranoico a lo Phil Dick?- confiesa en alguna parte haber redactado varios textos de ese tipo, que quedaron inéditos antes de ponerse a interpretar el arte chileno como una novela lleno de cliffhangers. Para eso, Mellado cita a Juan Luis Martínez pero también –sin querer queriendo- a la idea de la ficción como el único soporte posible para descifrar el presente.

De este modo, esas tramas novelescas –la de Couve, la de Mellado, la de Martínez, la que podría haber escrito Dittborn- serían lugares blandos donde la escritura implosiona hacia una impostura inevitablemente apócrifa. Esa condición de segunda mano –se practica la novela porque no se puede hacer otra cosa- me parece inquietante pero también divertida: las señales de una perversión necesaria, de un fetichismo anacrónico, de una vanguardia que no alcanza a serlo.

En esos terrenos pantanosos se proponen ejercicios que tal vez deberían ser leídos con atención por quienes la practican empecinadamente una y otra vez. Porque ahí, en el fracaso de aquellos esfuerzos incompletos se exhiben distintas versiones de un tour de force inevitable, puertas falsas de un lugar que es necesario visitar: una comedia de equivocaciones sobre un tiempo muerto (Couve) o las anotaciones tipo Macedonio de un lector desesperado (Mellado) o, parafraseando al Dittborn de “Jack Ruby”, aquel poema sobre “Rúbrica” de Gonzalo Díaz- : “soporíferos rayos de luz extraterrestre”.

RDL, domingo 26 de noviembre de 2006

 
pop & ficción, notas al azar, work in progress y crónicas inmediatas by bisama

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