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Friday, August 12, 2005
  Banzai

Banzai

Ahí están los japoneses. Les lanzaron una bomba que parecía salida de un mal libro de ciencia ficción. La bomba destruyó su orgullo y ellos –como venganza- nos colonizaron de vuelta en los 60 años siguientes. ¿El método? Un imaginario lleno de rituales inverosímiles y dinosaurios radiactivos verdes que lanzaban fuego por la boca y peleaban contra polillas espaciales de cartón piedra, en eternos clímax irresolutos, con patadas asesinas estiradas como chicle o rayos láser que le suspendían las catarsis a sus héroes andróginos. Lugares comunes que parecían ficciones arrancadas de nuestros sueños violentos o nuestras dulces pesadillas. Una literatura que apenas éramos capaces de entender. Y nos doblaron la mano con eso. Se metieron en nuestras cabezas sutilmente, sin posibilidad de vuelta. Gente como ese tal Kazuo Ishiguro, que escribió –en inglés impecable- sobre una mansión británica y un mayordomo/siervo devastado; sonaba tan Booker Prize pero era en realidad japonés. O el tal Yukio Mishima, masoquista perverso –extasiado con el San Sebastián de Guido Reni- que no se sentía capaz de ser alistado para la guerra; en un avance disléxico de su propia batalla privada –milicia personal mediante- donde secuestraría –vestido con un uniforme de diseño propio- a un general. Su cabeza –obvio- rodaría con elegancia dramática nipona. Habría sangre. Una sangre correría cuesta abajo por las mismas calles que Katsuhiro Otomo dibujaría años después en “Akira” como los apuntes de un futuro nuclear, pero que eran postales perfectas de un presente monstruoso.

Pero pensar en ellas, intentar entender esas imágenes, esas historias es un espejismo peligroso, porque como bien dice Juan Forn -mientras lee a Haruki Murakami-, “¿cómo sumergirse en los abismos de la psique de una nación que históricamente ha sometido toda subjetividad a los rituales de la más incuestionable disciplina, en el terreno militar, laboral, social y religioso?”. Así, leemos sobre Japón como quien ve una película muda que carece de significado concreto. Ficciones de un país fantástico o imposible, un lugar donde somos bárbaros, iletrados. Creo que alguien se lo dice así a Marguerite Duras en “Hiroshima, mi amor”. Le dicen: nunca entenderás Hiroshima. Le dicen: no somos lo que piensas que somos. No sé que respondería la Duras. Tal vez Vila-Matas lo sepa. No lo creo.

Son días raros: se cumplen 60 años desde que los americanos lanzaron la bomba y les deformaron la cara a ellos pero también a nosotros de vuelta. Hiroshima es nuestro espejo. Adorno dijo que no podía haber arte después de Auswitch. Yo digo que después de Hiroshima sólo se puede escribir ciencia-ficción. Los japoneses lo comprendieron bien. Enterraron a sus muertos, se tragaron las cenizas del plutonio y se sacrificaron para encarnar a nuestro futuro. Su literatura viene de otro planeta y nosotros nos perdemos en la traducción, como en esa película llena de falso zen de Sophia Coppola. No nos queda otra. Pero a veces también nos encontramos: mientras escribo esto termino de leer “El maestro de go” de Kawabata, la crónica de un legendario encuentro entre dos jugadores de Go, el ajedrez samurai. Todo Japón está ahí: la resaca del fin de la era Meiji, la guerra venidera, un minimalismo filoso y triste. Y si se lee bien, uno se enfrenta a una road movie lánguida sobre la inminente muerte de una cultura: el devenir del Shusai Honnimbo, un héroe terminal por una larga lista de posadas y hoteles, donde demuestra la excelencia de su juego mientras espera -sin saber- el fin del mundo entre el sonido de las cascadas, el olor del té, la lluvia y el silencio.

 
Comments:
Mmmm... todo muy interesante en realidad, no lo había pensado...

SAluDos!:D
 
Don Álvaro: Me parece que acabo de completar una hora y media de lectura. Hay demasiadas cosas interesantes en su blog. Una buena compilación para todos aquellos que no podemos leer absolutamente todo lo que escribe por aquí y por allá.
Saludos.
 
Me suena algo parecido a lo que es mi visión del mundo, lo denomino "cosmovisión y vida cotidiana", puesto que con Hiroshima y los campos de concentración , la pasada de Pinochet y sus boys y otras atrocidades como el ataque de EEuu a Irak, me queda la certeza de que cada uno de nosotros muene una energía que toca al planeta entero, tristemente para mal, en éstos casos,con las correspondientes secuelas......
 
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