“Así que caminé hacia delante, por una falsa senda dorada mientras se me aparecían misteriosos espectros que me mostraban, más allá de una colina, el cementerio. Me detuve. Pensé qué había pasado mientras una pequeña pero cósmica revelación me vino a la cabeza. Me pregunté cómo y por qué había muerto. Era confuso. Le hice frente a la duda. Me compuse aunque, en realidad, estaba paralizado, detenido en un falso sendero amarillo, donde nuevamente fui confrontado: una potente fuerza demoníaca que me dijo que era el diablo y que me habló con una voz que era lava ardiente saliendo del cráter de un volcán. Así que dije: Señor, ayúdame porque estoy atrapado en alguna clase de infierno. Pero lo solucioné. Recordé que no creía ni en el cielo o en el infierno, o en Dios y el demonio, en mundos o realidades paralelas. Y funcionó. Recuperé el control de nuevo. Así que seguí avanzando por ese camino amarillo, temblando de miedo mientras leones y magos se me acercaban. A lo lejos, se elevaban montañas de plata y arriba una voz –otra- murmuró una impecable respuesta a todo, desde la luna: “por favor perdóname, nunca pretendí hacerte daño”