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Monday, August 29, 2005
  Tres reseñas sobre libros olvidados y desechables 1

Tres reseñas sobre libros desechables. Haciendo zapping encontré estos tres textos. Los tres me gustan bastante y fueron publicados en la Tercera, hace tiempo. Tienen en común la levedad, la idiotez. El de Bushnell es, obvio, el mejor y me provoca cierta ternura. Nada mejor que un poco de frivolidad pop para acabar con el mes. Dato: cuando el Tila se mató en su celda, mientras escribía su biógrafía o una novela, leía a Danielle Steel.

“Fuerzas irresistibles”, Danielle Steel. Plaza y Janés, Barcelona, 2001. 268 páginas.

La biografía de Danielle Steel posee un dato perturbador: 430 millones de libros vendidos en todo el mundo. Inquietante. La señora Steel (quien luce en la foto de solapa con un look tanto o más glamoroso que el de sus protagonistas) escribe libros donde las cifras revelan más que las palabras. Guste o no se trata de una autora mayúscula de best sellers que no le debe pedir permiso al star system literaria para hacer lo suyo: vender más libros que la Biblia y dotar a los lectores de fantasías efectivas para pasar el rato. “Fuerzas irresistibles” es el último de esos textos publicados en español y no, aquí no hay engaño posible: sabes por lo que pagas. Pagas por emociones sintetizadas en una escritura cuyo atractivo fundamental es la facilidad para un lector no literario. Por la historia del doctor y la ejecutiva cuyo matrimonio se disuelve por problemas laborales en medio del encanto de sus existencias perfectas. Por una escritura que no le tiene miedo al ridículo y apuesta por el sentimiento puro. Por literatura de supermercado perfecta, poderosa y efectiva como una teleserie. Aquí doña Steel conjura la ciencia de Corín Tellado para iluminarla con el lente hollywoodense. “Fuerzas irresistibles” habla de vidas de ensueño que tienen dramas íntimos. Y es lo que sus lectores quisieran leer o vivir. Consumo puro y duro, este es un libro escrito por y para el público. Una obra que posee el encantamiento de una fórmula sintetizada en un laboratorio de emociones. De eso se trata su literatura y Danielle Steel lo hace aquí de nuevo. Ofrece una fantasía a un precio módico. Un combo de emociones al estilo McDonalds, literatura basura que posee saborizantes poderosos: protagonistas atractivos, romances desgarradores y un folletín impecable. Algo que se lee en la micro para creer, por un rato, que se está arriba de un jet.

"4 rubias", Candace Bushnell. Plaza & Janés, Barcelona, 2000. 271 páginas.

Candace Bushnell creó las columnas que originaron la serie "Sex & the city", que hablaba de la sexualidad femenina en una época de aburrimiento absoluto y frivolidad flagrante; los '90, la década de la apatía. Ahí, se podía ser superficial, individualista y no pensar en nada más que los orgasmos. "Sex & the city" trataba de eso. Se refería a las maduras cenicientas de Nueva York, metidas en un juego sexual donde desesperadamente creaban a diario sus propias reglas. Un feminismo de guerrilla aderezado con glamour, cargando bajo la falda técnicas variadas de manipulación sentimental y frases escandalosas que escondían recetas para desterrar la soledad. La misma Nueva York se repite en "4 rubias" pero ahora suena un poco a prehistoria y eso la vuelve una novela atractiva. "4 rubias" es tan light que llega a ser irónica. Contiene cuatro historias separadas unidas por pequeños nexos. Tres de sus protagonistas -Janey, Winnie y Cecelia- viven a medio camino entre el éxito total y la depresión más absoluta: una modelo cuyo código de vida, que define como "feminista", la hace lindar con la prostitución encubierta al conseguir novios fijándose exclusivamente en sus casas de verano; una periodista cuya carrera está enterrada por la falta de aspiraciones de su marido y una princesa que vomita todo lo que come, hastiada del dinero y las páginas sociales. Para todas ellas, el sexo es un arma, los hombres son el enemigo y el matrimonio una trampa atractiva. Todas están carcomidas por la envidia, la depresión y la frustración sexual. Eso hace que "4 rubias" funcione, además de ficción, como un Manual de Carreño deslenguado para señoritas. Un texto de cómo piensan las mujeres cuando no están presentes los hombres. En ese sentido, "Un proceso singular", la última parte es perturbadora: un periodista que viaja a Londres para investigar la vida amorosa de los solteros y vivir en carne propia un jet lag sexual. Con ella, la escritura de Candace Bushnell consigna el vacío de manera feroz. Ahí radica la sustancia de sus relatos. Es rápida y mortal. Sin compasión por sus personajes o eventuales lectores. Llena de mala leche frente al hecho de ser mujer y morir en el intento. Algo divertido de leer porque Nueva York y sus alrededores eran, hasta hace tres meses, un escenario ideal para esbozar estas historias despiadadas sobre mujeres aterrorizadas por su propio éxito. En ese contexto, la cultura fashion era un índice de cómo iban las cosas en el mundo y la Bushnell, una cronista especialmente dotada en las artes de la observación: la narración de la guerra de los sexos escondida en cada rumor, comentario o gesto, con la frivolidad como una ideología más poderosa que los talibanes. Eso es lo mejor de "4 rubias", lo que la vuelve una obra saludable, casi nostálgica, al remitir al mejor de los pasados recientes, a una época en que los aviones no caían en llamas y la bulimia podía ser considerada un estilo de vida.

“El cristal del miedo”, Marcela Serrano y Margarita Maira Serrano. Ediciones B, Santiago, 2002. 60 páginas.

Un lector perspicaz podría detectar que en “El cristal del miedo” de Marcela Serrano y su hija Margarita Maira Serrano está siguiendo el ejemplo de Isabel Allende con “La ciudad de las bestias”. Puede ser. Los dos textos poseen similitudes en varios planos: ambos son armados por autoras de best sellers de cuño feminista, ambos son novelas infantiles/juveniles y ambos reintepretan un tópico clásico del género para llenarlo de un contrabando ideológico moderno. No es una mala idea, aunque se cae a pedazos en el momento de la lectura de “El cristal del miedo”. La razón es intolerablemente estúpida: a pesar de sus ilustraciones exquisitas de Jesús Gabán, su diseño cuidado y el aspecto de regalo de Pascua perfecto, la última obra de Marcela Serrano ejecuta a la perfección todos los errores de su obra anterior y agrega otros nuevos. La historia: una mucama que quiere escapar de la tiranía paterna se pone a trabajar al servicio de un misterioso Marqués que fabrica collares de cristal que contienen el miedo de la gente. El Marqués sufre por eso. La mucama lo comprende y lo aprende a querer. Hay feminismo básico, turbas ennardecidas y mensajes de autoayuda. De este modo, lo anterior apunta a tres cosas a) la reescritura del tópico del monstruo sensible que partía en “Frankestein” de Mary Shelley y terminaba en la lírica posmoderna–al que el texto debe demasiado- de “El hombre con manos de tijera” de Tim Burton. b) un cuento de hadas global diseñado para hijos disfuncionales de madres progre. Y c) una novela infantil que quiere posar de una profundidad que no posee. Ojo con el último apartado. Más allá de los referentes obvios y las intenciones políticas, Serrano/Maira están haciéndose cargo de una tradición donde justamente es la ambigüedad lo que abre paso a las diferentes lecturas. Un cuento infantil (léase a los hermanos Grimm, C.S. Lewis o Marcela Paz) nunca revela nada sino que deja que el lector atento descubra la capacidad simbólica del texto. En “El cristal del miedo” está todo a la vista: los hombres son vulgares y viles, las mujeres subyugadas y el antihéroe pálido, sensible y andróginamente gótico. El pavor de lo innombrable es reemplazado por la violencia intrafamiliar y la lucha de clases –y ese es un tema de la Serrano siempre- un problema de sensibilidad estética. Así, Serrano/Maira desandan el camino que Isabel Allende había abierto con “La ciudad de las bestias”: reinterpretar un referente clásico con códigos propios. Por el contrario, “El cristal del miedo” restringe esas citas a un panfleto. Para los lectores/as adictas a la Serrano no tiene mucha novedad salvo que su autora busque otro público para decir lo mismo de siempre. Para los que buscan una novela infantil, no hay más que decir: hay un Harry Potter o una Isabel Allende en cada esquina.

 
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¿por qué aparecen estos pequeños montoncitos de gomi tipográfico?
... esos if support empty paras...etc
 
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