En su novela anterior, “Chicos prodigiosos”, Michael Chabon hacía un sentido homenaje a los escritores de clase z que se gastaban la vida narrando fantasías baratas con el decoro de quien sostiene un gran arte. Ahí Chabon (1964) colocaba como contrapunto para la odisea vital de Grady Tripp, el conflictuado protagonista/escritor, a un tal August Van Zorn, un autor de ciencia ficción y fantasía que se ganaba la vida en revistas de tercera y que nunca llegó a ser legitimado por el gran público. Van Zorn actuaba de manera simbólica: era la metáfora de la escritura como una peste solitaria que devastaba a sus portadores a la vez que les otorgaba su motor vital, su única fuente de dignidad.
En “Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay” (Premio Pulitzer 2001) Chabon insiste en lo mismo pero por otras vías: los procesos creativos de dos autores de cómic desde fines de los 30 hasta la mitad de los 50. Ambientado en Nueva York, el texto se centra en la vida de estos dos jóvenes judíos: Joe Kavalier, mago aficionado cuyo mejor truco es haber huído de la Praga nazi, y su primo Sammy Clay, devorador insaciable de pulps e historietas, que por cosas de la suerte (y copiando a Superman) inventan al Escapista, un superhéroe en perpetua guerra con Hitler y sus esbirros. A partir de esa obra ficticia el texto narra la evolución del cómic en el período y la vida de sus autores (se enamoran, se vuelven locos, se funden con sus personajes, son estafados, pierden el rumbo y lo reencuentran) en medio de un paisaje alucinante: se incluyen cameos de Dalí y Orson Welles, un Golem, la guerra inminente, el despertar del deseo, la exploración artística en un medio subvalorado como la historieta y el genocidio como un horror sordo pero inevitable.
De este modo, con referentes reales (Houdini, Jack Kirby y Will Eisner) el autor arma una novela de época que se puede leer en muchos niveles y cuya trama es un tejido de citas que se enlazan para formar un todo consistente, una brillante máquina narrativa cuyo peso simbólico (se puede leer como un cómic sobre superhéroes en el mundo real), ético (un memorial del Holocausto) o político (una denuncia los abusos de grandes trust como Marvel o DC Comics para con sus creadores) no anula el literario.