comelibros
Tuesday, September 06, 2005
  pisco sour

Mezclar y machacar. Hacer cazuela. Escribir es cocinar: machacar los mismos ingredientes para hacer los mismos platos. Nota 1: los textos siguientes son, creo, tareas pendientes, notas sobre literatura chilena. Alguna vez fueron publicados como un diario falso que homenajeaba/plagiaba a Piglia en la forma. Aquí van de nuevo: deconstruidos, desordenados e imprecisos.

Uno. Pensar en Donoso como una identidad móvil: un adolescente glam nacido antes y perdido en el país equivocado. Un David Bowie sin cambio de piel. Un escritor esforzado. Un novelista impecable. El sidekick más olvidable de un superhéroe jamás escrito por Stan Lee pero llamado Boom!. Un personaje incidental, un extra, un doble, alguien que hace karaoke con “Velvet Goldmine”. Una criatura de Clive Barker emergiendo de una fotografía de Luis Poirot. Un nuevo y viejo clásico. La conciencia malévola que le susurra obcenidades a Skármeta en sus pesadillas. Un drogadicto amateur, equivocado, el protagonista de un trip desquiciado que de vuelta en su cuerpo terminó de escribir el libro correcto. El enfermo de un virus llamado Henry James. Un apóstata de Neruda. La versión para discotecas de Enrique Lihn. El original de todos esos grandes hits que la Nueva Narrativa lanzó como si fueran nuevos. Un pequeño obispo de pueblo. Alguien que debería salir en el canal E! con “The E! true story: José Donoso”. Un comentarista frívolo de la vida social. Un escritor de sit coms que suceden en casas vacías, lugares escombrados, centros de tortura, bodegas de fundo, limusinas pilotadas por niños mongólicos, personajes que interactúan con los lenguajes del horror, la obsesión y el miedo; insectos ciegos y llenos de culpa, trazando rutas sin sentido a través de la noche. Comedias que no hacen reir a nadie por cierto como si fueran en realidad novelas de misterio sin misterio alguno, con nada en el fondo salvo el decorado vacío de la identidad nacional representado en un millón de atuendos y disfraces distintos. Donoso como alguien que asiste a un carnaval pero se viste para un funeral o viceversa, da lo mismo. Donoso como el olvidado final de esos carnalitos del boom, nada que ver con Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Donoso como el hombre entre las sombras, el patito feo menos agraciado o peor escritor, un cisne manchado con barro, con las alas cortadas, un monstruo retorcido pero de modales elegantes que habita en nuestro sótano o nuestro ático, en esa casa de adobe medio demolida, llena de grietas, con un par de destellos de neón que es la literatura chilena.

Dos. Agradecer a Juan Luis Martínez y considerar a “La Nueva Novela” como un libro de terror. Martínez como un Stephen King metafísico (aunque el mismo King roza la metafísica con “La zona muerta” y “La danza de la muerte”), deambulando en el plano de las ideas, carente de historia, empecinado en las sombras del signo. El signo como un caserón vacío, habitado de fantasmas, ecos, desbordes. Sonidos de cañerías espectrales, arañas en los rincones, traumatismos varios. La (des)composición perfecta de un texto vanguardista que se adapta a la constitución de la estética horrorosa: ambos trabajan con el basural retórico de la modernidad, los despojos de significado de la historia, las anotaciones al pie de página de la realidad. Con la líbido como el límite de la palabra. Con el miedo al vacío. Leo “La Nueva Novela” y entiendo en ella la necesidad de una zona fantasma en el cuadro de la modernidad, un lugar donde encerramos el murmullo incomprensible que legitima el orden del sistema, lo mismo que en la narrativa de terror. Pensar en Martínez como un Lovecraft sudaca remixado por Duchamp y Queneau. Ejercicios de estilo donde el método es el mismo: la exposición de la ciencia como una disciplina colapsada. La teoría como ficción o magia. Las puertas abiertas a la nada.

Tres. Leer “Proyecto de obras completas” y preguntarse quién era Rodrigo Lira. Es una progunta biográfica pero también literaria. Imposible saberlo, imposible concluir algo: un erudito de la contracultura, un perdedor profesional, un performancer descolocador (alguien tipo Felipe Avello: idéntica sensación de que algo está corrido hacia el lado, movido, al límite de la violencia, como si el desparpajo fuera un metodología del sinsentido, un camino hacia el extremo). No sé pero se me ocurre una recomendación y una sugerencia, leer sus obras completas como si fueran un puzzle, el argumento jamás verbalizado de una novela policial de cuarto cerrado, una tragedia shakespereana de proporciones mínimas (¿a quién le podría interesar la muerte de un poeta menor o excéntrico salvo a los lectores menores y excéntrico?) pero con harto potencial teórico. Tenemos los ingredientes. Hay un muerto y un libro perdido (“La orquesta de cristal” de Enrique Lihn reescrita por Lira que es un Pierre Menard varado en el páramo) y un espectacular grupo de deudos que contempla la escena: Maquieira, Lihn, Merino, Brodsky, Zurita. Importa poco lo que en realidad pasó. El camino que parte en la locura de Lira y termina en su suicidio era el más corto pero el más cliché: una novelita lumpen para escritores torturados y lectores que buscan literatura maldita. Para eso mejor leer los bodrios de León Pascal. Aquí se impone otra lógica, la de la ficción en retrospectiva. La de Lira –Bolaño lo intuía y no se aburría de citarlo- como literatura pura y dura. La pregunta es cómo escribimos, cómo narramos su muerte. ¿Estamos preparados para ello?. ¿Podemos desembarazarnos de los efectos del suicidio de Lira y su estupidez congénita?. ¿Qué significa que haya ido a “Cuánto vale el show”, que haya optado por la autoinmolación televisiva?. Lira –que tenía más de Pompier que el mismísimo Lihn- llevó más allá de lo permitido las tesis antipoéticas de Parra. Léase a Lira como el único lector que ha comprendido al Cristo del Elqui, un entendimiento tal que ha revertido los efectos del texto en su acto mediático. Lira como un autor que ha comprendido la posmodernidad: en su trabajo está el eco de Debord y Walter Benjamin, dos fabulosos perdedores (un teórico comido por su propia teoría y un suicida genial) que haya dado la cultura moderna. Lira como el precursor de “El show de los libros”, de la pérdida y adelgazamiento de la materia literaria y su reemplazo por la farsa, la mera broma de pasillos, la carencia de épica y la muerte o agonía del lenguaje.

Cuatro. Contruir una historia de Neruda sin recurrir a Neruda. Prescindir de sus textos como oblligación básica. Una poética de la fantasmagoría, de la intertextualidad. Barthes revisado por George Romero: la muerte del autor engendra zombis. Recopilar a Neruda como tal, seguirlo como cita, como personaje literario. Eventualmente hacerlo desaparecer en su propio mito.

 
Comments:
excelente lectura pop bisama!!!! delirante y razonable a la vez... sobre todo en el caso de Lira...
publicaste esto en the mainstream media??? deberías... sería catártico... qué pensará Nelly Richard????
saludos
 
esperamos esas canciones entonces, pero que se apuren esos h... de planeta entonces...
saludos
 
entonces... entonces... sorry
 
Qué es un antipoeta:
Un comerciante en urnas y atáudes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?
Un poeta que duerme en una silla?
Un alquimista de los tiempos modernos?
Un revolucionario de bolsillo?
Un pequeño burgués?
Un charlatán?
................... un dios?
.............................. un inocente?
Un aldeano de Santiago de Chile?
Subraye la frase que considere correcta.
 
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