comelibros
Saturday, October 22, 2005
  comelibros: Polaroids

¿Qué es lo más bizarro que te ha pasado en una Feria del Libro?. Esa es la pregunta de hoy. Mi respuesta: el año pasado mientras luego de presentar con Zambra a Carlos Labbé y Pablo Torche, el evento se cerró con un dúo de g-pop que no tenía nada que ver o tenía que ver todo con lo que había venido antes. Después, más tarde, vi como masacraban a un tipo en la Alameda y hacia el final de la noche, en la Blondie cachamos a un travesti-sushi-gótico sadomasoquista. Llovía como en la biblia esa noche.

Bueno, la pregunta es una especie de intro al comelibros de esta semana: postales de ferias de libro. Yo tengo las mías. Quiero, por un rato, las suyas.

1)Estación Mapocho, año 2000: después de adquirir “Sueños digitales” de Paz Soldán y lamentarme por no haber podido comprar algo de Lidia Lunch observé pasar, con escasa diferencia de segundos, al pifiado humorista Oscar Gangas, a Volodia Teitelboim y luego a Carlos Cerda acompañado de una mujer rubia más o menos espectacular. La secuencia es casi como una película de Peter Sellers perfectamente cronometrada. ¿Es Gangas Sellers?¿O Cerda?¿O Volodia?.

2) Estación Mapocho, 2001: un ladrón de libros que conozco de alguna parte me describió que era una aventura salir de la Feria indemne, botín en mano y que para eso se encomienda a su santo patrono: la animita escurridiza Juan Luis Martínez, el Emile Dubois de los ladrones de libros, que tenía un abrigo largo y negro lleno de escondrijos donde cabía, según el mito, una biblioteca completa.

3) San Antonio, Feria del Libro Usado 2005, hace dos semanas: un poeta joven me cuenta que fue a ver a Parra acompañado de su polola y que el viejo cascarrabias no lo que quiso recibir hasta que vio a la polola y que después pasó la tarde con ellos. Me dice que Parra es genial y que maneja un escarabajo y que desde alguna ventana abierta del auto se caían pruebas de imprenta o originales del “Lear: Rey y mendigo” sobre un camino de tierra.

4) San Antonio, dos horas antes de eso: discuto con Marcelo Mellado sobre el momento en que ambos le hemos perdido la pista a César Aira. Me doy cuenta que el hecho de estar ahí es como un pedazo de la ficción de Aira o del mismo Mellado, autores expertos en tratar como parodia eventos como estos, ironizando hasta la desesperación o las lágrimas. Mientras hablamos, San Antonio parece una especie de Detroit sin soul. En ese mismo momento, Chile se farrea su cupo para el Mundial al empatar con Ecuador. Pero da lo mismo porque el evento es potente. Ese día hablan José Miguel Varas, Sofía Correa & Alfredo Jocelyn Holt y Ramón Díaz Eterovic frente a un público atento y a una legión de lectores que da vueltas entre stands de usados, de punkis, ediciones independientes y esotéricas, incluso. La gente escucha y compra y se toma su tiempo. Cosas así valen la pena: la literatura adquiere sentido dentro de la sociedad civil, donde todo es a pulso y digno y genial y los efectos de la literatura están, por un rato y mágicamente, al alcance de la mano.

5) Viña, 2004, Feria del Libro, Avenida Libertad: en un panel, Carla Guefelbein habla de lo mal que la ha tratado la crítica. Más allá, en una cafetería, yo escucho y me tomo un jugo y mi hermano me pregunta quién es esa mujer que habla. Por afuera pasan las micros.

6) Estación Mapocho, el año pasado: una pareja de adolescentes se besa en el frontis de la Estación. Llueve como si Dios se hubiera ensañado con Santiago. Más allá se siente el murmullo y el sudor y el ruido de la Feria: un sonido indescriptible de miles de pasos y de libros que se abren y se cierran una y otra vez como una sinfonía, como si fuera la única cosa que sucede en el mundo en este momento.

 
Comments:
De la feria del año pasado me acuerdo de la ingenuidad de aquellos que escribían cartas a Nicanor Parra. Una niña hermosa rayaba unos garabatos pensando en Parra, y sonreía. Libros y libros se acumulaban, y la gente esperaba en la fila y mientras tanto meditaba qué pondría en la carta para el viejo carismático. "Oh, gran señal de la garra del tigre" le podía leer a un muchacho que escribía concentrado.
En pocos segundos mi persona tenía la impresión de que respiraba.
Me pregunto por favor dejame preguntar ¿habrá leído Parra nuestros mensajes?

Ni cagando.
 
año pasado. Stand planeta. Compro el ultimo de William Gibson. Se me acerca el editor de Planeta. gabriel sandoval. Hablamos de un proyecto en conjunto-. La cajera me mira pero no se atreve a hablar. Sandoval me invita una bebida. Nunca pague el libro... Robo/regalo supongo.
 
A mi me llamaron por los altoparlantes de la Feria, hace dos años. Era mi mujer que me estaba buscando y escuché: "El señor Gonzalo Maza presentarse en la cafetería, gracias". Lo que fue bastante util (nos encontramos) y que sirvio para buscar a otra gente que veíamos en la feria desde la altura mientras nos tomábamos un café. Por lo demás, fue para reunir a los amigos que andaban por el lugar. Cómo no voy querer a esta mujer.
Un abrazo!
 
Yo tengo una anecdotilla, aunque un poco anaspacial.

Fui a una feria del libro en donde no había ni un libro en español, con suerte en ingles. En la entrada me topé con los amigos de un poeta joven que vendián su libro, la verdad es que no se bien si era joven o no el poeta. La cosa es que les ofrezco un intercambio de libro, les ofrezco el mio, en español, por el suyo en hebreo.
No era la primera vez que yo me hacía pasar por autor de un libro ajeno, lo hice unas tres veces en México cuando fui a regalar a la Toma y a la biblioteca de la UNAM y a la de la Universidad de Chiapas la obra de Raimundo Nenen "la poesía ya no es poesía". Por supuesto, contaba con la simpatía del autor.
Esta vez me pareció entretenido trocar libros que ni él ni yo podriámos entender. Así que me devolví a casa, tomé el libro y lo puse en el coche junto a la pequeña que dormía y me acompañaba.
Entré nuevamente y pasó lo que tenía que pasar, perdí el libro, se deslizó por entre la sabanita y el sueño de la niña en medio de la feria, que estaba llena de gente, perdí el único libro en español que hubo en esa feria. Me quede sin trueque y con la angustia del payaso que no puede ejecutar una buena broma.
Después de eso sólo imagino la clase de "lector" que pudo encontrar La poesía ya no es poesía -que es la cuenta regresiva de una bomba salvaje. Un hispano hablante, un chico descuidado, el tipo de la basura, nadie.
Para mi consuelo robé una selección de Alberto Caeiro, traducida a dicha lengua resucitada que no comprendo. Eso.

Salud y Suerte

JJA
 
En la misma Feria del Libro de San Antonio donde nos encontramos este año, me pasó algo raro.
Fui a presentar Pausa, revista del Consejo de la Cultura.
Senti el odio encapsulado que esa ciudad -que por lo demás es la mía puesto que nací allí- le tiene a Valparaíso y a todo lo que huela a oficial.
Lo sé. Es el olvido, la rabia, la impotencia en la que se debate ese mi puerto y que se hace carne en cualquier oportunidad en que su gente se enfrenta al más mínimo atisbo de su opresor. De alguna manera me sentí atacado aunque en realidad no tenía nada que defender.
Estaban los mismos amigos poetas de siempre, un poco más ebrios y bastante más prejuiciados
 
Electro-punk: hágalo usted mismo.

A propósito de la demanda de polaroids de ferias del libro que se hace en la página, yo tengo aquí una postal -imagen rápida y fragmentada- de mi última feria del libro el año pasado en Santiago:

1. C.P. robándose un libro de Armando Roa Vial en el estand de la Editorial Universitaria, yo le cubro las espaldas.

2. Yo, robándome el primer tomo de las Crónicas de Cornelius de Michael Moorcock en el puesto de la librería Antártica, C.P. dándome las señales.

3. Ambos metidos en la presentación de un libro sin entender absolutamente nada pues nos encontramos ocupados en quitar las alarmas de los textos.

4. Ambos, en la misma presentación, más tranquilos, pero aún sin entender nada pues ahora no se habla de libros sino que se escucha electro-pop. A la distancia, Felipe Bianchi mira para todos lados a ver si alguien lo reconoce. Cuando lo miramos se molesta y se hace el interesante. No le resulta.

5. Horas más tarde, en el Jaque Mate, ambos observamos como una mujer empapada por la lluvia y un poco borracha entra asustadísima al local murmurando la palabra ayuda. Cinco minutos después, afuera, alguien es fieramente golpeado. Pedimos –nos piden- otra cerveza.

6. Se nos acaba el dinero. Tomamos el bus y hojeamos nuestros libros. C.P. mira el mío y yo miro el de él, ambos sentimos curiosidad por la adquisición del otro. Nunca, hasta el día de hoy, hemos intercambiamos los libros.

FR.
 
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