comelibros
Thursday, June 01, 2006
  Comelibros: supercombo dan brown

Un minicombo Dan Brown. Iba a colocar la crítica que hice hace años a “El Código Da Vinci” pero se me borró o la perdí. Debe estar en algún archivo de Copesa, pero ya no importa. Los tres textos que siguen son sobre Dan Brown o cosas parecidas y salieron en Revista de Libros durante los dos últimos años.

Charlatán

Dura 600 páginas y parece Morris West versionado por George Lucas: el Papa ha sido asesinado por una secta herética supuestamente extinguida –los Illuminatti- y mientras los cardenales se reunen en un cónclave, un investigador de iconografía religiosa –que porta un reloj de Mickey Mouse- junto con una físico nuclear –que anda en shorts- intentan encontrar una bomba de antimateria lista para explotar escondida en en corazón del Vaticano. Mientras, se suceden los cardenales sacrificados ritualmente el Roma, la profanación de la tumba del Papa, la aparición un manuscrito perdido de Galileo y la revelación –terrible y algo inoportuna, por cierto- de que las grandes obras de arte de la humanidad son en realidad partes de una conspiración destinada a derrocar a la Iglesia.

¿Se puede escribir algo así?¿Se puede leer algo así?. Por supuesto, Dan Brown lo ha hecho y el libro se llama “Angeles y demonios” y es o va a ser un éxito porque sigue –o más bien antecede- los pasos del otro gran hit de su autor: el adorado, repudiado e impresionante best seller y fenómeno cultural llamado “El Codigo Da Vinci”, que vendió diez millones de ejemplares y desató un subgénero literario, ese que mezcla reliquias sagradas con alta tecnología y conspiraciones esquizoides.

“Angeles y demonios” fue escrita antes que “El Código...” y trata de lo mismo, un thriller adrenalínico con decorado místico. Un héroe que debe resolver un asesinato en tiempo récord y que se sumerge en un laberinto tan extraño como estúpido. Es la mecánica cuántica del best seller más comercial aplicada con rigor: una historia mínima rellenada por impresionantes dosis de información innecesaria, teorías diversas y explicaciones científicas espúreas. Así, Brown escribe en la órbita de Michael Crichton o Thomas Harris, gente que negocia los derechos cinematográficos de sus novelas antes de sentarse a escribirlas.

Eso explica que al libro se le pueda reprochar de todo (su trama incoherente, la prosa que carece de toda calidad literaria) pero menos que sea entretenido, en el sentido más televisivo del término. Así, la presente aventura de Robert Langdon –el tranquilo académico que salva al mundo vestido de tweed- es absurda y excéntrica pero también eficazmente efectista: explosiones, peculiares formas de asesinato, tecnología de punta y la inminente aparición de un apocalipsis a la medida.

En ese contexto, poco importa el tono pretendidamente profano que es la basa de la campaña de marketing del libro. Al contrario, sus herejías (la visión truculenta del cadáver de un pontífice, la destrucción de iglesias, el colapso de una biblioteca santa) se leen en contra de sí mismas, a ratos como chistes, a ratos como charlatenería barata sacada de las páginas más delirantes de Internet. Por otro lado es imposible no pensar en Umberto Eco, porque las mejores partes de “El péndulo de Foucault” tratan de lo mismo que la presente novela, la trama secreta del mundo descubierta con cierto milenarismo histérico. La diferencia es que en Eco la diversión –el satanismo pop, la vida de los templarios narradas con el tono de “Conan el bárbaro”- convivía con la ironía, con una duda melancólica del narrador respecto a lo que que cuenta, la broma culta de quien sabe que toda conspiración es el fondo una ficción. Dan Brown no puede sostener nada de eso a pesar –y eso es lo reprochable- de que quiera hablar de cuestiones más bien trascendentes: el delicado duelo entre religión y ciencia, los milagros como fenómenos mediáticos y el sentido profundo del arte. Pero la velocidad evita cualquier profundidad. En “Angeles y demonios” hay solamente kilos de información fragmentada sobre campos diversos –el arte, la física cuántica, el protocolo vaticano- que convergen en una novela que lo contiene todo, que quiere hablar de todo pero que en su levedad no llega a decir nada.

Esoterismo Light

Quería un libro de Charles Fort así que fue a comprarlo a un par de megacadenas, además de seguirle la pista por un par de librerías esotéricas. No lo encontré. En las megacadenas no lo tenían catalogado y en las tiendas especializadas ni siquiera lo conocían. En una me atendieron un par de tipos con cara de ser acólitos de una secta asesina de gatos callejeros. ¿Era muy raro buscar un libro de Fort?. No lo sé. Fort coleccionó miles de hechos extraños, despreció la ciencia y creó una suerte de culto/religión llamado intermediarismo. “Las tres leyes de Newton son actos de fe” es su mejor frase y aparece en el prólogo de “El Libro de los condenados”, verdadera biblia de la conspiración, los ovnis y las teorías delirantes, texto que terminé consiguiendo on-line y que ahora leo entre asustado y divertido.

Pero ese no es el punto: el punto es ¿qué consumimos cuando consumimos esoterismo, ufología, manuales de autoayuda, budismo tibetano, etc.?¿conseguimos lo mejor o sólo lo que tenemos a mano, lo que está de moda?. No lo sé. La fama súbita de “El código Da Vinci” no sólo colocó la conspiración pictórica de moda sino también terminó por confirmar el éxito étoda la gama de textos sobre templarios, iluminados, sectas paganas, evangelios apócrifos, criptografía sagrada, etc. No pasa un día sin que salga algún estudio sobre algún manuscrito perdido de la Biblia, las múltiples redes de los Illuminati, o las reversiones conspirativas de la Historia. Pero lo raro es la falta de memoria de género en esos mismos libros. Al lado de flamantes reediciones de Sixto Paz y J.J. Benítez –su entrevista a Jesucristo es lejos lo más naïf y genial que he leído- y los infinitos clones de Dan Brown, es imposible encontrar los textos canónicos de Robert Anton Wilson (“Las máscaras de los Iluminati”) o el citado Charles Fort. Ni hablar de alguna reedición de “El retorno de los brujos” de Pauwels y Bergier o alguna de las novelitas que Aleister Crowley escribió por encargo. No, para nada. Los nuevos best sellers de las pseudociencias –como las llamó John Sladek en “Los nuevos apócrifos”- tienen una vocación masiva que aliviana el dramatismo de sus misterios impronunciables y le quita misterio a sus políticas del secreto. Ya no son grimorios arcanos sobre la alquimia secreta del universo sino recetas de cocina para señoras desocupadas. Se consiguen tal y como se compra comida rápida, como se pide por teléfono una pizza.

Estos días, mientras miro todos esos volúmenes sobre conspiraciones diversas en la sección novedades, me siento como uno de los personajes de “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco, thriller pop sobre satanismo y manual de deconstrucción de ciencias falsas. Ahí, unos cuantos filólogos se inventaban una conspiración –deforme y divertida, además- que los terminaba devorando porque había una larga lista de lectores dispuestos a creer que era rigurosamente cierta. Eco bromeaba con una erudición herética impostada y con la resaca de la rebelión de los 60. Su explicación era además de afectiva o biográfica, política: cuando ya no quedaba en qué creer, uno podía creer cualquier cosa. Con los best seller de pseudociencias pasa lo mismo: a lo mejor son una forma de la novela del futuro, la verdadera variante de la no-ficción que hay que explotar; a lo mejor son mejores –o más inventivos- que toda la novela chilena reciente, y más iluminados que toda la poesía. Hace diez, quince años, los textos ensayísticos

“Angeles y demonios”, Dan Brown. Umbriel, Barcelona, 2004. 606 páginas

El Código Vargas Llosa

Confesión: me gustaron los dos libros de Dan Brown. Eso, porque son perfectos, idiotas, engreídos y lo suficientemente delirantes como para pasar un buen rato. Para leer en las vacaciones o en la micro. Me gustaron del mismo modo que me gustan las películas de terror o “Viaje a las estrellas”. No es que haya literatura de elevación en ellos, ni una prosa especialmente desarollada, ni ideas nuevas. Para nada. Precisamente por lo contrario: está la vocación de contar una historia, por estúpida que sea y llevarla hasta el final arriesgando el suspenso en cada clímax falso y la credibilidad en cada página. Ojalá los escritores chilenos facturaran best sellers así. A la literatura chilena le haría mejor tener un psicotrónico Dan Brown en vez de un fanclub de seguidoras de Diamela Eltit o adoradores necrófilos de la tumba de Donoso.

Pienso en esto en el momento en que Vargas Llosa, en su tour anual –¿alguien se ha dado cuenta de que los viejos escritores del boom son como los Rolling Stone y nunca paran de girar de un lado a otro?- dispara contra Brown y peor aún, los lectores de Brown: “Si “El Código da Vinci” al final a ti te produce un extraordinario placer y lo que buscas son obras que sean equivalentes, entonces tú nunca vas a poder leer el “Ulises” de Joyce, nunca vas a leer a Proust, ni vas a gozar con Borges”. De este modo Vargas Llosa habla de Brown como si fuera una peste, como si fuera una suerte de tóxico que mata neuronas –aquellas ubicadas en hemisferio del buen gusto-, algo que enferma a los lectores y los corroe. Que los anula. Puede ser. Pero puede que no también, por una razón sencilla: a estas alturas la alta y baja cultura, el pop y la academia, la tradición y lo ultramoderno ya está mezclado. Y no es algo nuevo: ya lo hacían Carpentier en “Los pasos perdidos” y Rulfo en esa perfecta novela sobre zombies llamada “Pedro Páramo”.

Pero Vargas Llosa lo olvida y opera como si hubiera un muro de Berlín que dividiera a los lectores. Pero los lectores son capaces de leer saltando los alambres de púas con que el peruano divide su mirada del campo literario. Eso porque, primero, el canon está ahí para hacerlo volar en pedazos. Para dinamitarlo o obviarlo o –los lectores siempre son mejores o más inteligentes de lo que revela el ranking de los más vendidos- armarlo de nuevo. Y segundo, porque estamos en Latinoamérica y aquí no hay alta cultura que valga. Aquí la mala televisión es lo más cercano al cine arte y la buena literatura brilla en los titulares de toda la prensa amarilla de nuestros pobres países. Dan Brown no nos hace más ni menos fuertes. Está ahí, eso es todo. Y a su lado baila el boom, el post boom, los hijos del post boom y los tataranietos de García Márquez y el mismo Vargas Llosa, además de todos sus plagiadores e hijos ilegítimos. Y aquí todo convive, cambia, se mezcla y se convierte en otra cosa. Así que tal oposición no existe. Sino, basta pensar en Cortázar y su “Rayuela” que es una alucinante enciclopedia de todos los clichés pop de su década. O en el mismo Vargas Llosa y “La tía Julia y el escribidor”, un homenaje desatado y sentido a los viejos radioteatros, a toda esa cultura mutante que sólo es posible en la dimensión desconocida latinoamericana.

 
Comments:
Hablando de brown...Tienes que ver esta pagina:
http://probar.blogspot.com/
 
Muy buenos comentarios.

La verdad es que no he leído ni pienso leer los libros de Dan Brown. Es otro el tipo de literatura que llama mi atención. Además, si quiero buena literatura conspirativa entonces leo "El Nombre de la Rosa" y "El Péndulo..." de Unberto Eco.

Muy entretenido tu blog.
Saludos cordiales:

Seb :)
 
Te felicito,me gustó.
 
el codigo vargas llosa. genial.
en cuanto a codigos pop, ya viene pronto el momento donde decir que el codigo da vinci es una mierda se vuelve cool...
no digo esto porque crea que es dan brown sea fantastico, pero uno adivina algo pretension esnob en los que se adelantan a declarar cuan por encima estan de los textos. cierto es que nadie se va a enfermar por gastarse dos tardes en leerse un "codigo"... no mas de lo que se puede enfermar viendo 30 minutos de tv.
 
porfavor, vayan a mi blog que tengo un nuevo gran proyecto!

salir-al-sol.blogspot.com
 
Quién mató a Bisama?
el carrete el carrete?
los cohetes, los cohetes?
Lo mató Zurita?
o está en un crucero con las ganancias de postales urbanas?

Vuelve bisama vuelve
 
Si... en realidad.
Maestro, ya es hora de que regrese de esa mística experiencia que lo ha alejado de este bonito blog.

Ya es el momento de Bisama One Year Later.

Saludos!
 
Me gusta este blog.

Te invito a que visites el mío. Acabo de actualizarlo con un comentario de mis links de comics favoritos.

Que lo disfrutes!!

Seb :)
 
Todos morimos...espero que este blog, de alguna forma misteriosa y hollywoodense, no.
 
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