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Wednesday, March 14, 2007
  Jorge Díaz In memoriam

“Ciertas criaturas terrestres”, Jorge Díaz. RIL editores, Santiago, 2003. 111 páginas.

Todo vale*

A veces un chiste de doble sentido puede ser una parábola iluminadora. “Ciertas criaturas terrestres”, de Jorge Díaz se despacha, para comenzar, la siguiente sentencia: “la Olimpia tenía nombre de máquina de escribir, pero sus servicios no eran textuales sino que orales”. No es una frase de buen gusto pero sí una cita que anuncia el sentido del libro completo: una colección de narraciones brevísimas que caminan en el límite de la ferocidad y el mal gusto, entre la nostalgia y el odio, entre el sarcasmo y la iluminación. Eso porque Jorge Díaz, dramaturgo canónico, no hace concesiones en su obra narrativa ni se anda con chicas, a pesar de que, en un sentido literal, lo suyo sea una exploración en ese recién instalado –académicamente, por lo menos- género de la minificción.

Como conjunto “Ciertas criaturas terrestres” parece a ratos un bestiario cuyo mérito es alejarse de cierta inteligencia literaria que ha dotado al formato de sus mejores logros (Monterroso, Cortázar, Borges, Wilcock) para sumergirse en una colección de postales desesperadas de zonas sociales y temas en extinción –los alrededores de La Vega, la melancolía de los almaceneros, la iluminación de las putas- con un sarcasmo que no deja nada en pie. Es un ejercicio a ratos demoledor, donde sus logros son también sus errores: lo acotado de los textos los obliga a componerse como artefactos cuya efectividad radica precisamente en el efectismo. Así se ofrecen como obras maestras o chistes sin sentido, dependiendo de la mirada o biblioteca del lector. Es una suerte de incomodidad que se agradece.

Díaz parece querer decir: o golpeas o te pierdes en el intento. Así de sencillo y recuerda al viejo y manido mandamiento de Cortázar donde en un hipótetico ring de box literario hace ganar al cuento por knock out y a la pelea por puntos. Pero Díaz está un paso más allá: sus textos no se deberían medir en un platónico ring sino que en esas jaulas de lucha de todo vale. La explicación: ahí los espectadores, el lector, contemplan cómo dos enemigos pelean con todas las armas posibles hasta anular al otro. Salen a matar. No se equivocan. Los expertos, los luchadores, –si se permite la digresión- sostienen que un triunfo en una pelea de todo vale radica casi siempre de la velocidad y la astucia sobre la sangre, de la llave correcta en vez de la fuerza bruta, de esa vieja maestría, algo ninja por cierto, de apretar, de hacer sentir dolor en el nervio hasta dejar inconsciente al atacante. Todo en un minuto, sin pausa, sin tregua.

“Ciertas criaturas terrestres” tiene algo de eso. Díaz no es un narrador demasiado sofisticado, ni elocuente, ni un esteta. Los mejores momentos de su obra dramática descansan justamente en el absurdo, en la presencia de un horror contemporáneo, en la imposibilidad esencial de que los seres humanos sean buenas personas. Aquí, en su universo narrativo, sucede lo mismo y se ejemplifica en una colección a personajes elocuentes: un tipo enamorado de una ameba, el recuerdo de una prostituta de barrio, travestis, un sujeto que se hace una peluca con el pubis de su amada muerta, una madre que castra a su hijo, un predicador porteño. Por medio de ellos, Díaz empatiza con los monstruos, se encariña con los asesinos, frivoliza el vacío de la vida moderna.

Díaz ganó el premio del Consejo del Libro y la Lectura con este volumen y es un galardón merecido porque su trabajo como cuentista escapa a las convenciones del buen gusto, de cierta normalidad literaria. Si Jorge Díaz tuviera 20 años sería calificado de maldito; pero, como ya es un señor maduro, su inclinación al abismo resulta aún más pertubadora, más arriesgada. Adquiere peso como narrador porque en el todo vale del volumen su inteligencia literaria escapa al buen gusto del canon. Hay cierta gestualidad torcida ahí porque es justamente la mirada de quien entra y escribe por la puerta de al lado, la mirada de quien no debe pedirle permiso a nadie por contar las historias que cuenta. Repleta del zen de lo miserable, “Ciertas criaturas terrestres” debe también su ferocidad a justamente, esa ninguna parte desde donde el autor urde sus tramas. Díaz está en ninguna parte, escribe desde una tierra baldía que puede ser el planeta Tierra y una comarca algo infeliz llamada Chile.

*Escribí esta reseña hace años para la revista Pausa, del Consejo de la Cultura, en los momentos en que Noly Guerra y Verónica Neumann estaban a cargo. Por supuesto, este no es mi único recuerdo de Díaz: alguna vez vi una horrible obra de teatro con texto suyo en el Palacio Rioja, en Viña. La obra era horrible: los actores eran pésimos, iban de bufones, la precariedad te golpeaba el rostro si estabas en las primeras filas. Pero había algo ahí. Algo político. Una certeza del dolor, algo que venía en el texto y era viscoso y enternecedor. No recuerdo cómo se llamaba la obra pero me acuerdo de esa sensación ahora que se murió Jorge Díaz y esa clase de memoria –lo nimio como único escombro del arte- creo que funciona como una despedida.

 
Comments:
fue chanta el Mercurio al darle tan poca importancia a la muerte de Díaz. Fue chanta la prensa en general.

O no?
 
sex-o-holic
 
A Jorge Díaz no le gustaban los homenajes, quizás fue mejor el ninguneo de la prensa; o esa manera de quedarse en los lugares comunes y lo amable. Es mejor quedarse con su ironía, su rebeldía innata y las poderosas ganas de gozar la vida.
 
okey
 
me quedo con su jaguar azul. Y mejor no salir en la prensa, para qué ¿por ego? La obra al final es la inmortal
 
Pasa a revisr la pelea Franzen versus Chabon, en mi blog:
http://cienfuegospoesia.blogspot.com/
 
sea mas bizarro y mas intelectual que nunca con:

http://www.sconf.cl/axolotl
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http://www.sconf.cl/axolotl

la web del amor libre.
 
Vi una de las últimas obras de Díaz en el Café Literario de Providencia. Una obra menor, casi una anécdota, pero muy sabrosa. Era sobre dos matrimonios que se juntaban en el Tavelli.
En cuanto a Cortázar, no conozco su mandamiento pero la lógica me indica que en vez de "pelea" debiese decir "novela".
 
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